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Siete errores de copy que están devaluando tus propiedades sin que lo notes.

  • 26 nov
  • 2 Min. de lectura

Hay propiedades que nacen bien posicionadas: buena zona, buenas fotos, buen precio relativo. Sin embargo, se enfrían en los portales, acumulan vistas sin consultas y terminan siendo “viejas conocidas” del listado. Muchas veces no es un problema de producto, sino de texto. La manera en que están descritas las está tirando hacia abajo.


Estos son siete errores frecuentes que vemos a diario y que Palabra Propia corrige de forma sistemática.


1. Adjetivos vacíos y repetidos.

“Impecable”, “soñada”, “única oportunidad”. Palabras que se usan tanto que dejaron de significar algo. Cuando todo es “imperdible”, nada lo es. La solución es cambiar adjetivos por escenas concretas: cómo se vive, qué se siente, qué diferencia esa casa del resto.


2. No hablarle a nadie en particular.

Textos que intentan abarcar todos los perfiles terminan sin resonar con ninguno. Una casa pensada para familias jóvenes no se escribe igual que un piso histórico para compradores consolidados. El buyer persona no es un concepto teórico: es el punto de partida de la redacción.


3. Describir el plano en vez de interpretar el espacio.

Decir “living comedor, cocina independiente, 3 dormitorios” es repetir lo que el plano ya muestra. Lo que aporta valor es explicar la lógica: dónde se concentra la vida diaria, qué ambientes se reservan para el descanso, cómo se conectan interior y exterior. La descripción debe traducir diseño en experiencia.


4. Ignorar el contexto.

Ubicación no es sólo “barrio” y “cercanía a avenidas”. Es estilo de vida: qué tipo de vida urbana o suburbana propone, qué tipo de vecinos es esperable, qué tipo de servicios hay a una caminata de distancia. Una propiedad aislada de su contexto pierde parte de su relato.


5. Escribir como si todos compraran por precio.

Cuando el foco del texto está en la “oportunidad” económica, el mensaje es que el precio es lo único interesante. En propiedades de alto valor, la ecuación es otra: el precio se justifica desde el patrimonio, la escasez, la historia, la calidad de vida futura. Si el texto no los expone, el número queda desnudo.


6. Extremos de tono: o demasiado frío o demasiado florido.

Textos casi técnicos que parecen fichas de inventario, o textos tan ornamentados que pierden credibilidad. El punto justo es un tono profesional, sensible y medido: suficiente emoción para conectar, suficiente claridad para sostener decisiones racionales.


7. No pensar el texto como filtro.

Cuando el objetivo es “recibir muchas consultas”, la calidad baja. El texto tiene que atraer sólo al tipo de comprador que tiene sentido para esa propiedad. Eso implica decir ciertas verdades upfront: niveles de mantenimiento, estilo arquitectónico, quietud o movimiento del entorno. Filtrar también es vender mejor.


Cada uno de estos errores, aislado, puede parecer menor. Juntos, construyen una sensación de descuido que se contagia al activo. El mensaje silencioso es: si la escritura está hecha a las apuradas, ¿qué tan bien se habrán pensado el resto de las cosas?


Corregirlos no es una cuestión estética. Es una estrategia de posicionamiento. La propiedad no cambia, pero la forma en que el mercado la percibe sí. Y en real estate, la percepción es parte del activo.

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